6.11.09

El voluntariado como forma de participación social en el MNCARS

Victoria Rodríguez


La historia del museo es la historia del coleccionismo y del proceso que siguen las colecciones hasta hacerse públicas. El siglo XVIII vio cómo algunas colecciones pasan a convertirse en Patrimonio Nacional, y comienzan, por tanto, a ser visitadas públicamente. La sociedad ha participado en la vida del museo a través de una vía, que es la del público visitante, el usuario o espectador. Esta forma de participación se basa en la búsqueda de conocimientos o experiencias, en la que el sujeto se acerca al museo con el fin de recibir o de absorber. Sin embargo, el voluntariado surge como un modelo de participación en el museo fundado en la entrega; no sólo de experiencias o ideas, sino que se trata verdaderamente de un ofrecimiento personal a muchos niveles.
De las cuatro modalidades más frecuentes de voluntariado (social, cultural, educativo y medioambiental) el cultural ha sido el de más tardía implantación. La incorporación de voluntarios culturales al Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía (en adelante MNCARS) y otros museos españoles se produce en 1993, cuando la Confederación Española de Aulas de Tercera Edad (CEATE) lanza el Programa Voluntarios Culturales Mayores para Enseñar los Museos de España a niños, jóvenes y jubilados, de cuyo nacimiento hablaremos más extensamente un poco más adelante.
El grupo de voluntarios culturales que apoyan la labor difusora del MNCARS a través de visitas guiadas tiene como particularidad, por tanto, que está constituido por personas de la tercera edad. Destacar las peculiaridades que este hecho imprime en la tarea de apoyo que los voluntarios conceden al Museo, será uno de los objetivos principales de estas líneas.
Pero antes de tratar las características del grupo, detallaremos el origen de la incorporación de los voluntarios mayores a los museos. Este origen lo podemos vincular a dos contextos:
1. La acentuación, en el seno de los museos, del valor del sujeto sobre el valor de los objetos, y la creciente socialización de la cultura. Esto ha conllevado el desarrollo de una función educativa y didáctica, que ha tenido que dar cabida y atender a un sinfín de públicos a través muy diversas acciones (visitas, talleres, conferencias, publicación de materiales didácticos…), y que se ha visto apoyada en numerosos museos españoles por grupos de voluntariado cultural.


2. El interés de las instituciones políticas europeas por la situación y el futuro de las personas mayores, plasmado en acontecimientos como la I Asamblea Mundial sobre el Envejecimiento (Viena, 1982) y la celebración en 1993 del Año Europeo de las Personas Mayores y de la Solidaridad entre las Generaciones, que en España cristalizó en propuestas como el mencionado proyecto de Voluntariado de personas mayores.
Profundizando un poco más en este segundo punto, con el fin de detallar el nacimiento del sistema de voluntariado en museos, diremos que en 1993, once años después de que la ONU hubiera celebrado la citada I Asamblea Mundial sobre el Envejecimiento, tuvo lugar una sesión general en su sede de Nueva York, en la que se insistió en el cumplimiento de las Recomendaciones que, desde Viena, se habían dado a los Gobiernos para la mejor atención a las personas mayores, compiladas en un decálogo que recogía el amplio contenido de aquella I Asamblea.
Como consecuencia de estos hechos, se comenzó a respirar un ambiente de preocupación acerca del futuro de las personas mayores. Desde estas bases, la Unión Europea declara 1993 como Año Europeo de las Personas Mayores y de la Solidaridad entre las Generaciones. En España, durante todo aquel año, se llevaron a cabo numerosas actividades que hicieron notar lo positivo de las relaciones intergeneracionales y que pusieron en valor las posibilidades que la tercera edad tenía para integrarse plenamente en la sociedad.
Fue entonces cuando CEATE, en colaboración con el entonces Ministerio de Asuntos Sociales, sugirió el proyecto de este Programa, que hoy lleva por título definitivo Voluntarios Culturales Mayores para Enseñar los Museos de España a Niños, Jóvenes y Jubilados.
El hecho de que sean personas de la tercera edad las que conformen el grupo de voluntarios ha motivado en ocasiones un mal entendimiento de este sistema, basado en la creencia de que es el Museo el que está prestando un servicio social al voluntario, en el sentido de que le proporciona una ocupación, una convivencia con compañeros de su edad, una formación específica, etc...
Si bien esto es cierto, no podemos dejar de destacar todo aquello que los voluntarios brindan a la institución museística de la que forman parte. Y es en este plano de dedicación al Museo en lo que quisiera centrarme a partir de ahora.


Como marco general, señalaré que la presencia de voluntarios culturales en el Museo ayuda a materializar la idea de que los Bienes Culturales son patrimonio de todos. Este pensamiento se gestó en el siglo XIX, momento en que se crearon los grandes museos nacionales y con ellos, la intención de expresar un nuevo concepto de propiedad respecto al Patrimonio Cultural, considerando a la totalidad de la sociedad la beneficiaria de dicho Patrimonio. Esta corriente de democratización cultural llevó a la necesidad de que los museos pusieran a punto diversos mecanismos de relación con su público, iniciándose así la búsqueda de un lenguaje museográfico eficaz, pero también la puesta en marcha de planes específicos de acción cultural y didáctica.
El Museo ha tomado de este modo una decisiva orientación social, incorporando nuevas funciones que permiten definirlo como un centro de comunicación y disfrute. El sistema de voluntariado se conforma como una más dentro del conjunto de medidas que el Museo ha establecido para facilitar este derecho de la ciudadanía de disfrutar su Patrimonio Cultural.
El Museo es emisor de una enorme cantidad de mensajes. Para poder llegar a conocerlos y disfrutarlos, el público dispone de un amplio abanico de vías. Los voluntarios culturales son una de ellas, que cuenta, como todas las demás, con características propias. Trataré de revelar las particularidades de esta la vía de comunicación y disfrute del arte contemporáneo que el grupo de voluntarios culturales supone en el seno del MNCARS.
Los voluntarios culturales forman parte del Departamento de Programas Educativos del MNCARS. Pertenecen, concretamente, al área de Centros Escolares, ya que la mayoría de sus visitas se dirigen al público menor de dieciocho años, inserto en el ámbito de la educación formal. Abren, por tanto, un canal de conocimiento de la Colección dirigido al citado público escolar y también al público mayor de sesenta y cinco años[1]. Subrayaré el hecho de que apoyan al Museo en una labor difusora de unas Colecciones que, en el caso específico del MNCARS, por tratarse de arte contemporáneo, están particularmente alejadas del gran público.
En tanto que es el propio Museo el que forma a sus voluntarios en el conocimiento de sus Colecciones y en el modo de presentarlas al público, no se necesita estar en posesión de ninguna titulación determinada para entrar a formar parte del grupo de voluntarios. Se hace necesario, por tanto, valorar el esfuerzo de los voluntarios, que reciben sesiones sobre arte contemporáneo durante meses, y se sumergen en su estudio, hasta el momento en que esta preparación les permite compartir lo aprendido.
Los recorridos ofrecidos por voluntarios encarnan un tipo de visita en el que la experiencia misma en el Museo, es quizá lo más valioso. Un importante porcentaje de los escolares que son acompañados por un voluntario, se encuentran por vez primera en un Museo de arte contemporáneo. Gran parte de lo que el visitante consiga aprehender, experimentar, conocer y sentir durante la visita, será gracias al buen hacer de la persona que lo acompañe.
Los voluntarios cuentan con un interés por encima de todo: que aquel visitante que no suele estar en contacto con la plástica contemporánea, o nunca antes la ha conocido, pueda experimentar sensaciones gratificantes y desarrollar emociones o intereses positivos hacia lo que está viviendo. Este objetivo propicia que las visitas estén cargadas de entrega y de entusiasmo, que a menudo, son cualidades que hacen de las visitas un medio más eficaz para generar intereses por las artes contemporáneas que otro tipo de acercamiento, podemos decir más intelectualizado o académico. Así, los voluntarios se convierten sin duda, en la cara más amable del Museo.
Como hemos dicho, los canales de los que el Museo puede valerse para hacer llegar a sus públicos sus discursos, sus mensajes, son numerosos. Cada uno se dirigirá a un sector de público determinado, y conociendo las necesidades de cada tipo de visitantes, el Museo podrá actuar de la manera más efectiva, con el fin de ser un gran generador de experiencias distintas y personales. El tipo de acercamiento al Museo que las visitas suponen a sus públicos, un acercamiento próximo, comprensible y humano, cobra fuerza frente a otra faceta más intelectualizada que el Museo puede ofrecer de sí mismo, sin duda necesaria y requerida por ciertos públicos.
El grupo de voluntarios juega un importantísimo papel de acogida al público en el Museo, mostrándose como unos brazos abiertos, que dan cobijo y atienden cada año a un más numeroso grupo de visitantes escolares y de la tercera edad[2] (19.802 visitantes en 2007).


Las visitas guiadas que realizan para los escolares, proporcionan a este público no sólo la posibilidad de vivir sus propias experiencias estéticas, sino de participar de un modelo educativo, en el que los mayores conforman el medio para alcanzar esas peculiares experiencias. De forma muy natural, el alumno aprecia la entrega del voluntario, y descubre en él el canal para obtener una aproximación didáctica y participativa al mundo artístico, desdibujando la tendencia a la minusvaloración de los mayores. El voluntariado de personas mayores supone un modelo de inclusión social, que propicia un contacto intergeneracional enormemente enriquecedor.
En el mundo contemporáneo, que tiende a integrar todas las formas de desarrollo, el Museo debe ampliar sus objetivos para que su acción pueda incidir mejor en el entorno humano y físico. Para conseguir este objetivo e integrar a la población en su acción, se ha de recurrir cada vez más a los nuevos métodos de comunicación y a nuevos modos de gestión capaces de integrar a los usuarios.
De esta forma, se podrá materializar la idea de Marc Maure de que los elementos del museo tradicional: edificio, colección y público, han sido superados por: territorio, patrimonio y comunidad.
Para terminar, señalaré que a diferencia de otros ámbitos, como el americano, en el que el voluntario de museos está reconocido con un prestigio social, en España no suele existir un reconocimiento acorde a su esfuerzo, y a menudo incluso se cuestiona el papel del voluntariado, especialmente en relación a la injerencia en terrenos profesionales.
Desde aquí me gustaría, con la experiencia que me da la coordinación de voluntarios culturales desde el MNCARS, reconocer y agradecer su esfuerzo y mérito.






[1] Escolares y jubilados son los únicos públicos que atiende el voluntariado en el MNCARS, para no interferir en el terreno laboral de los guías profesionales (Esta división de competencias queda reflejada en el Convenio firmado en 1999 por la CEATE y por APIT, Asociación Profesional de Informadores Turísticos)